Dos.
Sólo entraron dos.
Merendaron tostadas.
Mantequilla y café
en honor de horas muertas.
Rondan cucharillas,
desfilan tenedores,
restallan las tazas.
Flotan pupas,
futuras moscas,
en la leche.
Gritan, pero los lamentos
se ahogan en el líquido,
convirtiéndose en huesos
para Can Cerbero.
Se levantan.
Pagan.
Dejan propina.
Y, bajo solitaria moneda,
ermitaña cuenta
filosofa sobre el suicidio.
Sólo entraron dos.
Merendaron tostadas.
Mantequilla y café
en honor de horas muertas.
Rondan cucharillas,
desfilan tenedores,
restallan las tazas.
Flotan pupas,
futuras moscas,
en la leche.
Gritan, pero los lamentos
se ahogan en el líquido,
convirtiéndose en huesos
para Can Cerbero.
Se levantan.
Pagan.
Dejan propina.
Y, bajo solitaria moneda,
ermitaña cuenta
filosofa sobre el suicidio.
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