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13:25:00 / Y no por ser de nadie, es de Chico apocopado /


Siendo tarde, decidí no adentrarme en la cueva, oscura, sucia, sin ningún atractivo físico. Helaba. El aliento nocturno se hacía sentir sobre los cabellos.

A mis espaldas, dos chinches hacían el amor, conjugando todos los verbos de placer que en ese momento se les venían a sus minúsculas cabezas. Por un momento, deseé unirme, aunque acabé sufriendo los efectos de la envidia y opté por deshojar aquella escena. Mi padre perteneció al Opus, lo cual, aun habiendo cosechado en mi adolescencia y juventud un claro pensamiento liberal y anticlerical, dejó ciertas secuelas que, en ocasiones, actuaban de Mr. Hyde.

Di tres pasos y me subí en el coche. El contraste de temperatura desahogó lo que hasta entonces llegué a considerar calor. Arrancado el motor, bajé la montaña.

···

Faltaban las velas del cumpleaños, cuya función era alumbrar la escena, pero el coraje de mis zapatillas aproximó a sus inquilinos a la puerta cavernaria. Pies. No titubearon, aunque las moscas del lugar dijeran lo contrario y ellas se empeñaran en cuajar lo líquido.

Lo que recordaba en color, se tornó en blanco y negro, aunque, más bien, diría en un tono gris verdoso, asemejado al modo nocturno de las cámaras de vídeo, aunque sin brillar. Nunca fui muy brillante, más bien incandescente, por alagarme.

Allí estaba. Soledad. Cuarenta y cuatro años de perezosa búsqueda dieron su fruto. Encontrada. La lamí para sentirla mejor. ¡Mmmm! Amarga soledad...Ni el café...

Pero se hizo dulce al instante.¿¡Qué pasó!?

-¡A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde...!

Dos terroncitos de azúcar con forma de chinche hacían el amor mientras repasaban las preposiciones. En ese instante recordé que mi edad era la de 17 años y que al día siguiente tenía examen de Lengua.