Salió disparado de su casa, ya que en esta había una tormenta terrible. Las lágrimas refrescaron un poco el hirviente alquitrán de la carretera, que despedía una aureola que derretía al más caliente.
Aumentó progresivamente su paso, cada vez iba más rápido, tanto, que ya no miraba por donde pisaba.
----------------------------------
----------------------------------
Al abrir sintió un pequeño pinchazo en la muñeca. Era algo parecido al suero.
Allí estaba ella, sonriente...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentarios:
La presencia femenina imprescindible, sobre todo cuando nos acechan las pesadillas.
Publicar un comentario