Ironías de la vida

17:39:00 / Y no por ser de nadie, es de Chico apocopado /


Se avergonzaba por la calle cuando lo miraba alguno de estos pobres viejos de boina en cabeza y figura letrada. Desde que compró aquel maldito Volkswagen Siroco sin motor y con agua en lugar de gasolina, se había convertido en el hazmerreir del barrio entero. Falto de ideas para solventar la presente carencia de dignidad, decidió suicidarse para realizar un bien a su familia y a él mismo. Su idea era que, una vez que no había podido criar fama positiva en vida, crearla en la muerte.

Pero no pudo ser. Llegó al cielo y San Pedro lo recibió. Debían estar caros los lugares en el paraíso, porque el coste era de dos a cero pecados, con lo que no pudo atravesar los grandes portones. El omnipotente Dios, sin saber que hacer con aquel sujeto, decidió mandárselo a su ángel caído que, enemigos a priori, siempre estaban intercambiando almas como los niños se pasan los cromos de los futbolistas. Si hiciéramos caso a los indígenas que dicen que la fotografía roba el espíritu, ¿no sería que estos párbulos son también 'pequeñas divinidades'?

Con eso, sus huesos fueron a parar al infierno, donde Lucifer no lo quería ni para descargar adrenalina como muñeco de desahogo. Por tanto, optó enviarlo hacia la superficie.

Cuando llegó, se paró en el limbo. Y allí sigue él, donde es dueño y señor de un imperio de bebés cada vez más reducido donde, como nadie sabe hablar, ninguno le lleva la contraria.

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Moraleja: Quien no se consuela es porque no quiere.